12 enero 2018

Lo que importa es el sentimiento

Hace unos días vi una portada que me causó desazón. Las fotos de decenas de hombres con sus nombres, biografía profesional, denuncias y subsecuentes castigos.  Eran los acusados de la campaña #metoo, generada a partir del caso Weinstein, magnificada por Hollywood y elegida "Persona del año 2017" por la revista Time.

El lunes la campaña feminista alcanzó su climax con el discurso de Oprah Winfrey en los Globos de Oro. El relato de un sueño americano simple en lenguaje y contenidos y hecho para emocionar. Miles de americanos la aclaman como futura presidenta de su país.

San Jorge posando con el dragón, alias Oprah Winfrey con Harvey Weinstein.
Pero mi mente asocia estas portadas con la caza de brujas de McCarthy. Leyendo los perfiles se destapa que del amplio centenar de hombres acusados, apenas un manojo están siendo investigados por las autoridades. El resto han sido señalados, juzgados y condenados por la opinión pública por delitos inexistentes en el código penal. Porque hoy, si un desconocido, de repente, te regala flores, eso no es Impulso, es micromachismo y es un crimen, así en Instagram como en Twitter. 

Hemos llegado a un punto en que, si yo digo a un compañero de trabajo que le sienta muy bien una camisa, él sonríe y dice gracias pero, si es un hombre el que me lo dice a mi, tengo todo el derecho a sentirme intimidada y llamarle baboso patriarcal. Si una mujer se remanga la falda para conseguir favores de un hombre, es víctima de un abuso de poder. Si muestra una fortaleza excepcional plantando cara en público a la manada de hombres que han intentado humillarla, no puede ser una heroína admirable sino, de nuevo, víctima. El feminismo se está reduciendo al derecho (siempre) y obligación (a veces) de toda mujer a sentirse víctima de cualquier acción masculina.

Pero las mujeres que no se identifican con el papel de víctimas siguen existiendo. Un centenar de francesas de las artes y las letras, entre las que hay múltiples intelectuales feministas de renombre, han firmado un manifiesto que condena la violación sin que por ello menoscabe la defensa de "la libertad de importunar, indispensable para la libertad sexual." El texto es radical, incluso incendiario. Peor todavía, es inteligente. Reivindica la capacidad de la mujer de usar el propio criterio, de juzgar cada situación de forma individual y de comprender que una conducta inapropiada o molesta no siempre tiene que tener intenciones malévolas. Termina con una frase que se puede extender a casi todo lo que se ve en la portada de los periódicos últimamente: "No se nos puede reducir únicamente a nuestro cuerpo. Nuestra libertad interior es inviolable. Y esta libertad que valoramos no está exenta de riesgos y responsabilidades".

Feminismo contra heteropatriarcado, nacionalismo contra secesionismo, fachas contra progres, "Brexiteers" contra "Remoaners"... Posiciones cada vez más enconadas, defendidas todas desde un papel a la vez de víctima ultrajada y paladín de la justicia. Con la "#almohadilla como arma, el anonimato como escudo y el linchamiento como estrategia, el objetivo no es el progreso, sino la aniquilación de la diferencia. El agravio es el nuevo traje de la opresión y nos encanta cómo le sienta.

El cineasta Dalton Trumbo testificando ante el Tribunal de Actividades Antiamericanas. Exactamente 70 años antes del movimiento #metoo.
Pues ¿Saben qué? #ConmigoNoCuenten.

6 comentarios:

  1. +1
    Pensaba que era la única que lo veía así también! Me consuela comprobar que no es así

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    1. Lo malo es que temo que cada vez seremos menos. La prensa oficial sólo tiene un discurso. La carta de las intelectuales francesas fue firmada por 100 mujeres, pero sólo se menciona a Catherine Deneuve, que ni siquiera ayudó en la redacción. La respuesta firmada por 30 tuvo bastante más repercusión mediática. Se ensalza al bando intelectualmente más débil para que sigamos entretenidas en la pelea.

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  2. a mí tampoco me gusta la caza de brujas, me gusta que estemos abriendo los ojos y que nos deje de parecer normal que personas en posición de poder se aprovechen de él y que otras personas exploten su propio cuerpo para poder ascender porque no conocen o no existe otra opción.

    Creo que todos, hombres, mujeres y otros miembros del espectro, somos víctimas del mismo sistema y hemos cometido errores porque no conocíamos otra manera de hacer las cosas. Pero la solución no es apedrearnos, tenemos que construir un sistema nuevo, pero antes hay que romper el anterior! (me ha quedado un poco khaleesi esto, pero ya me entiendes)

    para todo lo demás, siempre lo digo, se ha de tener en cuenta el contexto.

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    1. Qué bien matizas. Lo que no sé es si hay que ponerse a romper un sistema anterior. Creo que esta cayendo por su propio peso y a velocidades de vértigo. Hasta finales de los 70 en España una mujer necesitaba permiso marital para viajar. Recuerdo un telediario de los 80-90 dónde se preguntaba a señoras si sus maridos las pegaban y una contestó "sólo cuando lo merezco". Eso ya no pasa (el que se diga con normalidad por la tele). Se está avanzando muy deprisa, pero a veces se nos olvida.

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  3. Hace tiempo que no me paso por esta tu casa. Y la anotación que pones me resulta muy interesante, y al mismo tiempo compleja. Habrá situaciones variadas que vayan desde un extremo irrelevante a otro muy grave. En estos temas me gustaría pensar que la persona que muestra "fortaleza excepcional plantando cara en público a la manada de hombres que han intentado humillarla" no está sola, sino, detrás de ella, todos los que somos Fuenteovejuna.

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    1. También yo hace mucho que no me paso por estos lares. A ver si lo corrijo.

      El tema es complejísimo porque la misma acción se puede percibir de formas completamente distintas por dos mujeres de diferentes personalidades.

      En el caso de la manada, temo que Fuenteovejuna pudo haber empeorado la situación. Cuando el caso llegó a las portadas, hubiese sido imposible para la mujer entrar en las redes sociales sin que le machacasen con detalles de su odisea, sin que se diseccionase cada detalle, sin que se la juzgase a través del cristal distorsionado que son los medios de comunicación. Ahora creo que muchas mujeres se lo pensarán dos veces antes de denunciar, por si tienen que pasar por el mismo circo.

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