12 julio 2014

La decisión.

Se acercaba a los 81, era afable y generoso, tenía instalado un marcapasos y le faltaba el oxígeno. Atendía a familiares y amigos, charlaba y seguía las vicisitudes de la liga de fútbol. Pero su alegría e ímpetu, que siempre tuvo, le estaban abandonando. Su carácter tomaba en ocasiones tintes de acritud infrecuentes en él. Era consciente de que su vida tomaba un camino en el que no deseaba destrozar sus zapatos.

Una tarde de domingo sufre una pequeña crisis y el lunes es trasladado al hospital. Pasa dos días bajo exhaustivo control mas su estado no mejora. El miércoles el empeoramiento es manifiesto y sus hijos son llamados a “consulta”. La situación es irreversible, las esperanzas se han perdido todas y dos son las actuaciones posibles a tomar: bien tenerlo unos días conectado a las máquinas, bien dar por concluido su ciclo y, después de una pequeña sedación, romper su nexo con lo terrenal y con los tubos que artificialmente lo mantienen vivo. Es costoso tomar una determinación y hacer coincidentes razón y corazón, realidad y sentimiento...
Médicos y familia determinan obviar la prórroga de una inexistente vida y, con todo el dolor y cariño, los seres queridos despiden a un cuerpo que ya no siente. Es el fin, dramático y angustioso, la inevitable cita que siempre queremos posponer...



Sabemos que ha concluido una vida aunque unos órganos artificialmente sigan funcionando, que la percepción de ese funcionamiento ya no existe, y, sin embargo, unas horas más nos parecen cruciales. El estado emocional, la constatación de una pérdida y un sentido de responsabilidad nos embargan. El tiempo toma una importancia “vital” y la angustia de la decisión nos ahoga.

El árbol que en su día dio protección y sombra, que fue frondoso y presumido, hoy se ha quedado sin savia. El pasar del tiempo lo hizo incapaz de seguir erguido en un bosque de tormentas. De él ya no salen hojas aunque permanezca sujeto a tierra. Es el leñador, que tanto lo amaba y cuidaba, conocedor de su sequedad, el que tendrá que decidir cuando cortarlo.

Si yo fuese el leñador, con el mismo amor que lo había cuidado, lo cortaría y calentaría mis horas de pesar con su leña; que su recuerdo y amor fuesen la paz de ese fuego. Mi corazón se sentiría agradecido y reconfortado.

8 comentarios:

  1. Y eso mismo querría que hicieran conmigo llegado el momento. "Que su recuerdo y amor fuesen la paz de ese fuego". Exactamente eso. Lo cierto es que si yo tuviera que tomar la decisión no sé que pensaría en el momento, en caliente. Es todo un dilema. Lo que sí tengo clarísimo es que no dejaría que el tiempo estropeara todavía más las cosas, esto es, dejar el árbol que ya no da savia en la intemperie impersonal de un hospital.
    El otro día un hombre de edad me dijo: "cuando yo era joven el tabú era el sexo. Ahora el tabú es la muerte". Quizá de ahí tantas equivocaciones en cuanto a la puntualidad de esa cita que siempre queremos posponer.
    Un abrazo.

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  2. Se necesita siempre la posición espacio/tiempo para saber que decisión tomar. Si no se llega a ese punto, mejor.
    Un abrazo

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  3. Esa leña no se quema, no se consume, vive en el recuerdo de todos los que se cobijaron a su sombra.

    Saludos!

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    1. Así debiera ser, así debiéramos cuidar que fuera; cuando se consume aprisa y no queda mas que el humo es una pena .
      Saludos

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  4. Se nos queda el cuerpo con un nudo en la garganta. El cuerpo del árbol muerto servirá no más que durante unos meses para calentar. Pero el recuerdo arderá en la memoria de los testigos, y, si es que estos quieren perpetuarlo en la generación siguiente -si es que atenta-, mucho más tiempo.
    Vaya árbol el de la foto, por cierto.

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  5. Hola Demián. Leer este post y tus letras hace que muchos sentimientos afloren a mi persona. Las tomas de decisiones tienen, una mayoría de veces, un componente de duda y de inseguridad. Por más que uno intente mentalizarse y racionalizar ciertos aspectos presentados con dureza o desgarro. El sentimiento conjuntamente con múltiples emociones bulle y uno no deja, muchas veces y sin razón aparente, que culpabilizarse por una decisión tomada que en su momento fue quizás la más adecuada... ahí sigue estando lo humano y lo sensible. La inmaterial y lo emocional. Un saludo.

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  6. Hola Demián. Leer este post y tus letras hace que muchos sentimientos afloren a mi persona. Las tomas de decisiones tienen, una mayoría de veces, un componente de duda y de inseguridad. Por más que uno intente mentalizarse y racionalizar ciertos aspectos presentados con dureza o desgarro. El sentimiento conjuntamente con múltiples emociones bulle y uno no deja, muchas veces y sin razón aparente, que culpabilizarse por una decisión tomada que en su momento fue quizás la más adecuada... ahí sigue estando lo humano y lo sensible. La inmaterial y lo emocional. Un saludo.

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  7. Los sentimientos, los prejuicios de variadas procedencias, y un runrún interior se contraponen a lo que parece objetivo o lo que la lógica aconseja. Así somos los humanos y en estos trances a veces nos vemos... y no hay segunda oportunidad.
    Un saludo agradecido!!

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