07 febrero 2014

La maternidad perdida

Es curioso lo normal que resulta hoy en día oír a madres de bebés comentar lo difícil que es criar a un hijo. La normalización de los anticonceptivos y las familias reducidas debería haber disminuido el estrés. Sin embargo, ha sido mantenido a base de la promoción de una figura materna irreal.

El nuevo modelo de crianza son "nuestras abuelas". Ellas criaban "con instinto". Parían en casa, ayudadas por otras mujeres que las respetaban. Alimentaban con generosos pechos de los que brotaba leche a demanda. Daban amor y cariño constante a bebés que nunca se despegaban de ellas. Cuando necesitaban descanso (por un nuevo alumbramiento, por ejemplo) las demás mujeres ayudaban en la crianza, como una gran familia. Y todo funcionaba como la seda.

Pero la feliz existencia de "nuestras abuelas" no podía durar. Vinieron los años setenta, cargados de pediatras y ginecólogos que por vanidad y oscuros intereses económicos se inmiscuían en las decisiones maternales, ahogando intuición y sabiduría ancestral. Aun hoy se siente su influencia, influencia que la buena madre debe combatir a base de instinto.

Y así llegamos al día de hoy. La mujer pare en un hospital. Si la cosa termina en cesárea, se siente frustrada; ha tenido un parto "desnaturalizado". Ha fallado nada más empezar. Si tras poner al bebé en su pecho éste sigue llorando de hambre, insiste hasta caer rendida, alentada por la idea de que eso hacían "nuestras abuelas". Cuando vienen las rabietas, aguanta lo que puede, pero si la descendencia nunca nos deja, es imposible no desahogar frustraciones con ella. Vienen los gritos, o peor. Vuelve la culpa.

Mientras tanto, algunas nos preguntamos dónde están aquellas "nuestras abuelas". Por lo que he visto, entre las afortunadas que sobrevivían a todos sus partos no había ninguna que hubiese tenido el mismo número de alumbramientos que de hijos. Había nodrizas y biberones de leche de cabra o vaca. Las abuelas -treintañeras ellas- ya bastante tenían con su prole como para ayudar con la de otras. La banda sonora de aquellas vidas incluía con frecuencia los gritos de adultos abrumados por la necesidad, muchas veces atrapados en matrimonios o trabajos que no tuvieron opción a elegir. Y el sonido del cinturón paterno al cruzar el aire, con la hebilla camino de las tiernas nalgas infantiles. Así criaron a una prole que consiguió salir de la miseria, traer la libertad y dar estudios a esta generación tan traumaticamente desnaturalizada que es la nuestra.

Ni criar antes era tan fácil, ni hacerlo hoy es tan difícil. Nadie es siempre un padre perfecto. Nadie necesita un padre perfecto. La duda es normal, y buena. La culpa es normal, y estéril.

14 comentarios:

  1. Muy buena reflexión, tan buena como aplicable a muchos otros campos de la esfera doméstica y más allá...
    No, la culpa te inmoviliza, te genera un mal rollo tremendo y al final, eso, resulta estéril. Lo del "mundo ideal" y el "cómo deberías ser" es una industria tremenda a la que nos afiliamos voluntariamente.
    Saludos.

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    1. No sé si es porque trabajo entre máquinas y veo lo que pueden hacer por nosotros, pero no entiendo cómo se puede caer en la ingenuidad de pensar que el progreso esté para complicamos la vida sin motivo. El caso de la maternidad me llama especialmente porque el salto que se dice dar es de unas pocas décadas, ni siquiera hay que ir a libros de historia.

      Dices que es una industria a la que nos afiliamos voluntariamente. Estoy de acurdo pero ¿Por qué lo hacemos?

      En cuanto a la culpa, a veces creo que hasta la usamos de narcótico.

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  2. toda la razón del mundo, corto y preciso! y el último párrafo es para enmarcarlo y regalarlo a las futuras madres... y también a a algunas de las que se siguen torturando innecesariamente ù.ú

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    1. No sé cómo es de útil el último párrafo. A veces me gustaría recordarle el anterior a más de una. Me parece una pena (por no decir algo peor) que se ignore tanto los sufrimientos de nuestros abuelos (y padres).

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  3. Cuándo he empezado a leerte estaba pensando en contestarte justo lo que has puesto al final, asique no tengo nada más que añadir.
    Es difícil criar a los hijos, pero antes y ahora, muchas veces cada uno nos buscamos "nuestros propios problemas".

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    1. Creo que criar hijos es duro. Es cansado. Pero no es difícil. No quiero decir con esto que hacerlo bien esté al alcance de todos, simplemente que los niños aprenden del ejemplo y nadie puede fingir ser alguien que no es durante mucho tiempo.

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  4. Jo llego tarde y los demás ya han dicho lo que habría dicho yo jaja!
    Me gusta esa manera que tienes de decir las cosas claras.. Para mí, criar a mis hijos es lo más duro que he hecho en mi vida. Nunca he sido niñera y ahora me veo con dos personitas que dependen de mí, y cada día me agobio porque si lo hago mal ellos lo pagan. Sé que no soy perfecta, pero me siento obligada a intentarlo. En fin, hago lo que puedo y cada día aprendo cosas, esto es el mayor reto al que me enfrentaré nunca y pienso sacarle todo el partido que pueda.

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    1. Te ha quedado una síntesis bordada. El sentido del deber y la responsabilidad juegan un papel muy importante, pero el resultado de ese deber y esa responsabilidad debe ser moldeado según las necesidades y expectativas del resto de la familia, y de nadie más.

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  5. Antes seguro que también, pero desde luego que las madres de hoy tienen muchas dificultades. La doble condición, de las mamás actuales, de ganar un sueldo y seguir siendo amas de casa se lo pone muy difícil.
    Por mi parte no encuentro ningún reproche, porque no hay ninguna culpa. Las madres están muy solas en una sociedad más individualista. La presión no claudica sobre sus hombros. Y afortunadamente ahí están las abuelas; un recurso a veces imprescindible, barato y de confianza en términos fríos y económicos.

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    1. Mi abuela también trabajó fuera y fue ama de casa. La diferencia es que ella tenía familia numerosa, mucha menos tecnología y ningún reconocimiento social.

      Por otro lado, durante mucho tiempo para mi ir al trabajo era sinónimo de descanso.

      La tecnología permite mantenernos en contacto con otra gente que piensa como nosotras aunque vivan lejos, pasar menos tiempo con las tareas domésticas y hasta comprar lo que necesitemos a la hora más conveniente. El problema es que no es gratis.

      Creo que la dificultad no depende de los tiempos tanto como de las circunstancias.

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  6. Sin duda antes era difícil criar a un hijo, y ahora también lo es. Pero por causas diferentes. Han surgido soluciones a problemas del pasado, pero hemos creado nuevos problemas. La gente está más sola y hay menos apoyo mutuo.

    Dicho esto, un par de apuntes. Los "oscuros intereses" de los ginécologos tienen poco de oscuros: necesitan ser necesarios. Como cualquier otra burocracia que trata de perpetuarse. Para ello instrumentalizan el parto y tratan de convertirlo en un proceso industrial (algo predecible y controlable), creando problemas que ellos mismos resuelven. Mi pareja, que es matrona, necesitó muchos años para darse cuenta de esto, y me ha contado historias de paritorio que ponen los pelos de punta.

    Por cierto, un parto por cesárea es un parto desnaturalizado, sin comillas: ante todo somos animales y venimos "programados" de fábrica. Si el parto se desarrolla de forma diferente a lo que espera el "programa" correspondiente, puede haber consecuencias. Al igual que ocurre si se sustituye la lactancia materna por la artificial.

    Esto quizá suene a "naturalismo mitológico". Léase ensalzar lo natural como algo siempre positivo. No, eso es una tontería, al igual que lo es creer ciegamente en la tecnología. La Ciencia es grande precisamente por su humildad, por su capacidad para ponerse límites: esto es, decir de qué cosas puede hablar, porque hay evidencias, y qué cosas todavía desconoce. Y hoy por hoy todavía se desconoce muchísimo del parto. Así que lo más científico es ser lo menos invasivo posible, si todo va bien. Pero por desgracia en los paritorios de España la evidencia científica y los protocolos europeos pintan muy poco a la hora de decidir cómo se hacen las cosas.

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    1. Todos necesitamos sentirnos necesarios. Aquí en Escocia ocurre el caso contrario, que si la mujer está sana no ve a un ginecólogo ni en el embarazo ni en el parto. El comentario de que tratan de perpetuarse se oye sobre ellas también, ya que también se las ve empeñadas en coaccionar a mujeres con una filosofía de la concepción (la no intervencionista) que no se adapta a todas las madres y que, como todo en la vida, también tiene consecuencias.

      Curiosamente, tenemos un porcentaje de cesáreas ligeramente más elevado que en España. Quizá porque al final no sea cuestión de egos, de creencia en la tecnología o de protocolos internacionales, sino de dinero: el parto intervenido es más caro, así que al final se hace lo mínimo en todas partes.

      Independientemente de lo que se piense de la cesárea, excepto en casos muy específicos, no es una decisión de la madre y, por tanto, cualquier intento directo o indirecto, consciente o inconsciente de generar culpa en ella debería ser frenado.

      En cuanto a tu último párrafo, de acuerdo en todo.

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  7. Creo que los biberones de cabra o de vaca terminaban con la vida del bebé. Yo creo que también se idealiza demasiado lo de antes: la madre se encargaba de TODO lo relacionado con la crianza y, además, del marido que lo único que solía hacer era meterla y traer dinero a casa (en el mejor de los casos).

    Criar un hijo es difícil, y más cuando estamos acostumbradas a haber alcanzado un grado de bienestar y realización que nunca antes se había visto. Eso nos hace un poco más conscientes de que es difícil y de que tenemos derecho a quejarnos.

    En cuanto a lo de las cesáreas, yo creo que habría que hacer una cosa: escuchar a la madre. Mi madre estuvo a punto de morir en su tercer parto por no hacerle una cesárea a tiempo... ¡pero es que ella andaba diciendo que no iba a poder expulsar al bebé, que algo raro pasaba, que se conocía porque era su tercer parto! Y nada, ningún médico la escuchó. Así que cesárea de urgencia y visita a la luz al final del túnel. Menos mal que luego volvió...

    La medicina es muy importante y necesaria, pero creo que muchas veces los médicos se olvidan de escuchar a la persona que llevan entre manos.

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    1. Lo de los biberones, depende. Hasta los años 80 aún hubo estudios científicos comparando leche de vaca (pasteurizada) con leche materna y algunos de mis compañeros de trabajo de países del tercer mundo todavía lo ven normal. En América era común mezclar con cereales. Obviamente, no hay comparación con las leches de fórmula actuales, pero el cuerpo humano no es perfecto y si la desesperación aprieta pruebas lo que haga falta.

      No es sólo que la madre se ocupase de todo lo relacionado con la crianza, es que no se le daba otra opción. Si te gusta está bien pero sino, es esclavitud, sobre todo en países como el nuestro en los que ni siquiera podía decidir cuantos hijos tener.

      Aquí el parto lo llevan las comadronas y se oyen las mismas historias. Quizá parte del problema es seguir creyendo que el parto es una función biológica que ocurre en los humanos con la naturalidad de los perros o gatos pero con mucho mejor tasa de mortalidad. Los gestores hospitalarios con esas ideas justifican así sobrecargar al personal, que a su vez está tan acostumbrado a tratar con pacientes sanos que, cuando se encuentran con una excepción, no se paran. Una comadrona con la que viví - muy maja, por cierto- me comentaba que en el fondo no importaba mucho lo que hiciese porque luego la parturienta no se acuerda de casi nada. Si la matrona o ginecólogo es buena -como era en este caso- y no está hasta arriba de trabajo, que tenga esa forma de pensar no importa, pero si la presionan al límite y/o no es profesional tenemos las situaciones anteriores.

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