29 diciembre 2013

A vista de perro

Los humanos son enanos mentales… Tienen preciosos paisajes para contemplar y vastos parajes para recorrer, interminables mares con islas de tesoros que no ven, aguas tonificantes para aplacar la codicia y sus deseos, y un cielo de dimensiones iguales a su mundo interior. Mas prefieren la angostura de una calle con olor a monóxido de carbono, pequeñas charcas de oscuras aguas, el bullicio sobre el asfalto y la diversión institucionalizada; todo ello donde el bullir de la gente es lo preponderante. Y en este ambiente prodigan manidos mensajes de felicidad a sus congéneres y reciben agradecidos los de estos, igual de vulgares aunque sean bienintencionados.

Alguno de los míos (congéneres) son abandonados de forma artera y desalmada, o arrastrados a una esquina olvidada; como si la luz, que por todas partes en estas fechas hay, dejase a la razón sólo un espacio de sombras. Como si la reflexión sufriera una hibernación perenne y el mandato del calendario desterrase del bien vivir a quien lo violase. ¡Qué raros son los humanos!

Yo seguiré mirando al cielo y ladrando a la luna, correteando por la playa y siendo fiel a quien bien me trata; tierno con los niños y fiero con el que me ataque; no entiendo de estaciones ni de fechas en rojo, pero sé que el camino del corazón será mi mejor guía y el instinto ancestral que poseo el mejor maestro. Perdonen los humanos mi incomprensión pero nací con 4 patas, colmillos largos, rabo y carente de racionalidad.

¡Qué tengan buen año!

24 diciembre 2013

Felices fiestas

Hoy que está el día vago, oscuro y posiblemente indigesto (o camino de serlo), aquí van unas fotos de Glasgow en estas fiestas.

El mercado navideño cerró el Lunes, pero queda el buen recuerdo.

No sólo de bellos adornos y caramelos hasta donde alcanza la vista se surte el mercado. Pasen in vean algunas de las delicias gastronómicas de más renombre:


"Corredor de la luz". No es propiamente navideño, ya que esta iluminación está presente todo el invierno, pero no deja de ser bonita.

Grandes almacenes House of Fraser (Buchanan Street):


Y por último, la cara menos idílica de la temporada festiva. Ni las mejores ofertas de Internet ni los macrocentros comerciales consiguen vaciar Buchanan Street en estas fechas.
Lo siento, yo tampoco entiendo qué hace esa niña echando cosas en el retrete al pie de la estatua.

Como diría Andrés Aberasturi...

Que sean moderadamente felices

21 diciembre 2013

Antigua Vamurta, la saga completa

- Deberías leer "Antugua Vamurta". Es fantasía épica, el género que te gusta.

- ¿Tiene elfos?

- No

- ¿Enanos?

- No

- ¿Entonces qué la hace fantasía?¿Dragones?¿Magia?

- Tiene un dragón de agua al final del primer volumen. He leído que en el segundo hay algo de magia. Y tiene razas distintas. Sufones con trompas, hombres grises, rojos...

- ...¿Y hombrecitos verdes? Los de las trompas me suenan a Guerra de las Galaxias. Lo leo. Pero porque me lo pides tú.

Este intento real de convencer a un amigo para leer Antigua Vamurta, el libro del barcelonés Lluís Viñas, ilustra por qué seguramente la mayoría de los libreros no han oído hablar de él: sin orcos ni hadas para atraer a los seguidores tradicionales del género y con lobos parlantes y telépatas para ahuyentar al resto.

Es difícil resumir el libro sin revelar demasiado argumento. Es la historia de una civilización contada a través de la vida de personajes que, arrollados por circunstancias extraordinarias, conseguirán cambiarla para siempre.

Vamurta tiene dos partes bien marcadas. La primera se publicó hace dos años y fue comentada por Demián. La saga completa salió hace unos meses.

El estilo es de aparente sencillez, pero muy cuidado y fluido. Pocas palabras muy escogidas.

El libro empieza lento -para el amigo que menciono, demasiado lento, no salió de las sesenta primeras páginas-. Termina el primer volumen a un trote placentero, se mantiene a galope durante la segunda parte y acaba casi desbocado.

Para mí, el mayor logro de esta obra es el relato de una trama compleja en la que se suceden multitud de paisajes, situaciones, razas y personajes sin perder al lector. Quizá sea así porque, desde Serlan (el conde de la caída ciudad de Vamurta) a Dasteo (líder de los esclavos) o Leandra (la astuta comerciante gestora de una importante red de espionaje) pasando por el joven portaestandarte de los ejércitos del dragón, los personajes tienen personalidades muy marcadas, pero siempre carismáticas, fuertes y honorables, creando una trama muy atrayente.

Antigua Vamurta recuerda a los clásicos de aventuras en su estilo directo y en su delicadeza al abordar el lado más cruel de la guerra. La narración de batallas transporta a lo mejor del género de novela histórica. El retrato de las mujeres y los poderosos nos devuelve al siglo XXI.

Quizá la riqueza de los personajes sea lo mejor y lo peor del libro de Lluís Viñas. Por una parte, mantiene al lector interesado. Por otra, se echa de menos profundizar en su sicología, algo que entiendo es imposible sin alargar excesivamente el relato. Otro problema que he encontrado ha sido que, para los que tenemos un sentido de la orientación malo tirando a trágico, un mapa de estas tierras imaginarias se agradecería mucho.

Ya que todo español se cree capaz de ser presidente o seleccionador nacional, si la que suscribe se metiese a magnate del mundo editorial, sugeriría una poda salvaje del primer volumen de la saga hasta dejarlo tan liviano como el segundo. Después, media docena o más de novelas contando en detalle las biografías de los personajes secundarios. Si, media docena por lo menos. Y me las leería todas con gusto porque, aunque no soy seguidora del género de literatura fantástica, tal y como es Antigua Vamurta ahora, las limitaciones son minucias en comparación con sus aciertos.

Conclusión:
Recomendado. Vale cada céntimo en papel y es una ganga en formato digital.

Conflictos de intereses:
Cero. Se trata de una obra autoeditada y, por lo que sé del autor, si tiene algo tangible que ofrecer a cambio de una reseña favorable de su libro, la ficción se le da aún mejor de lo que parece.

13 diciembre 2013

El respeto a las minorías

Hace unos días comentaba con un conocido lo curioso que me resultaba que uno de los barrios de Glasgow más nacionalistas sea el indo-pakistaní. Él es indio. Vino hace unos años de Inglaterra, donde vivió en una de las ciudades con mayor proporción de asiáticos del país, pero en Glasgow vive en un barrio "normal". Le costó creerme, así que busqué una lista de representantes del partido nacionalista y allí estaban: su buen puñado de morenos de ojos negros pidiendo una Escocia independiente.

Antiguo panfleto electoral del partido nacionalista escocés (SNP)
Al conocido este le llamó la atención del manifiesto de uno de los políticos. "Tiene cara de pakistaní", dijo intentando dar sentido a lo que veía. El político decía que creía en la independencia de Escocia porque veía que aquí se le respetaba y le daban más oportunidades de integración que en Inglaterra. Mi conocido no entendía ¿Cómo se puede decir que en Escocia se les respeta más que en Inglaterra?

En el barrio asiático de Glasgow (de clase media) además de la mayoría asiática, hay un buen número de vecinos escoceses. Está sembrado de tiendas de especias y verduras cuya fama las llena de gentes de toda la ciudad, carnicerías con productos halal, tiendas de parafernalia religiosa, saris, dulces indios... pero también licorerías, un pub, restaurantes occidentales, casas de apuestas y, en materia religiosa, dos centros sij, una escuela musulmana y dos iglesias cristianas.

Mientras tanto, en la mayoría de los barrios indios de las Midlands inglesas, la única gente blanca que entra son camiones de reparto. Si intentamos ir de visita, sentimos las miradas en la nuca. No es que no seamos bienvenidos. Simplemente somos extraños. Hace unos años hubo serios problemas porque el ayuntamiento de Birmingham osó hacer un vídeo divulgativo hablando de los peligros para la salud de los casamientos entre primos. Lo retiró. En muchas regiones, no es legal decir el sexo del futuro hijo en una ecografía, para evitar el aborto selectivo de niñas, que ahora continúa gracias a un código secreto de gestos.

Para mí, el aislamiento de los extranjeros -llamado por los gobiernos de Londres "multiculturalidad"- siempre ha sido segregación racial. Guetos. Discriminación. Para mi colega, es un ejemplo de respeto exquisito. Urbanidad. Civilización.

07 diciembre 2013

Cartas de amor




Cuando en 1969 llegué a la residencia universitaria, recién estrenados los 18 años, me fue asignada la cama contigua a la de A. P. Un almeriense nervioso y con una novia de la que decía que estaba por arriba de los cánones de la belleza: rubia, alta y demás virtudes que hacen deseable a una mujer. Ésta le escribía con frecuencia y A. P. intentaba contestarle; pero todo cuanto escribía le parecía mediocre para tan alta dama y terminaba en la papelera. Encendía un cigarro en el que estaba rematando, se desesperaba y volvía a empezar: ella no podía estar un día más sin las noticias del amado…  En la última carta de varias hojas rociadas de perfume le decía el llanto que le sobrevino cuando vio vacío el buzón una vez más.

A.P. me explicaba su dramática situación atrapado en la tensión de un paranoico incapaz de realizar el propósito de su enfermedad. Y también que había observado que yo me ponía con una cuartilla delante y al cabo de un rato la estaba introduciendo en el sobre. ¿Cómo podía ser aquello si él, después de consumir tanto papel y tabaco, estaba con las manos vacías? Le expuse que nada podía hacer por él salvo que tuviese a bien que “sus” cartas fueran escritas por mi. Aceptó de inmediato. En seguida me dio unas pautas de trato y unos puntos a tratar; lo demás quedaba en mis manos y bajo su inspección.

No tuvo paciencia para esperar a que el trabajo estuviera terminado: me corregía palabras, suprimía párrafos y agregaba ideas, se tensaba y se relajaba, y fumaba, fumaba… Por fin la laboriosa misiva estaba conclusa y respiró profundamente aplaudiéndome la faena. Tomó sus cuartillas de colores, encendió un cigarro y, cuidando la caligrafía, se puso a copiar… Su novia iba a quedar encantada y agradecida (a él, claro).

La maniobra fue un éxito y se repitió varias veces. Cada pocos días, en cada vez mayor conjunción, nos sentábamos a la mesa y escribíamos a “nuestra” novia.

Con las navidades se rompió el tándem. Su novia estaba satisfecha con las cartas pero sus estudios no eran igual de fructíferos, y ahí ya no podía yo ayudarle. Después de las vacaciones ya no volvió.

El tercer ocupante de la habitación, que años después encontré un día, me dijo que lo había visto y, entre otras cosas, le preguntó por la novia. La respuesta de A.P. fue muy concisa: ¡ a tomar por cu…!

Y esta fue una demostración más de la esterilidad de muchos trabajos. Todo sea por el amor.