26 octubre 2013

El Pisha llega a Glasgow

Habiendo estudiado en el Reino Unido, he tenido bastantes charlas con amigos españoles sobre las diferencias entre los sistemas educativos de los dos países. Creo que a veces nos quedamos en el aspecto que tienen en el papel, pero no llegamos a comprender las diferencias en la práctica. Hoy voy a contar un par de experiencias que creo las ilustra.

El Pisha era un universitario andaluz que, harto de repetir año tras año y aguantar profesores cabrones, se lió la manta a la cabeza y a finales de los noventa vino con otro compañero de facultad a terminar la carrera en Glasgow. Era nervioso, alegre y currante. Para mi gusto tiraba a feo. Para las lugareñas era el nuevo Antonio Banderas.

Al llegar, el andaluz se asombraba de que, ante sus mucho más avanzados conocimientos matemáticos, los catedráticos respondiesen con "¿Para qué quieres saber eso, si ya lo hace el ordenador?". Los alumnos sonreíamos con sus sudores fríos ante una fuente radiactiva.

El costo del cambio de ciudad tenía a El Pisha a dos velas, pero no pensaba volver. Acceso a ordenadores gratuito las 24 horas, biblioteca siempre llena de libros y exámenes anteriores, menos asignaturas, más optativas, tutorías semanales, exámenes acordados en claustro y corregidos por profesores diferentes al que da las clases... ¿Y los apuntes? ¡Diminutos! Donde López dictaba cien hojas, McDonald daba veinte. El no tendría dinero, pero la facultad sí. Esto es Jauja. "Killa", dijo un día. "Me voy a mazar a estudiar y voy a sacar Matrícula fijo". Como dije, era trabajador, pero algo me decía que sus planes no se iban a cumplir.

El Pisha planificó todo. La experiencia de repetidor en España le permitió reconocer las asignaturas optativas más fáciles. Hizo los ejercicios, terminó los laboratorios. Chapó de memoria hasta la última hoja de sus apuntes. La noche antes de los exámenes no durmió, tan centrado en el éxito estaba.

Llegaron los exámenes. Y las correcciones. Y las notas. Al Pisha le fue muy bien, pero a la matrícula, ni esta, ni se le espera. Peor todavía, sacó la misma nota que el otro andaluz que, aunque también trabajó duro, no tenía el más mínimo interés en conquistar Albion.

Volvamos al día del examen...

-Killa, me ha salido bien pero la sección "f" de las preguntas... Oye, ni una. ¿Qué era eso?

-La sección "f" no viene en los apuntes.

-¿Cómo que no viene?¿Eso se puede hacer?

-Bueno, si y no. Es de razonar "en frio". Está hecha para que pienses en algo que no has meditado antes, a no ser que tengas un especial cariño por la asignatura y te hayas salido del programa para mirarlo por tu cuenta. Creo que contesté alguna, pero claro, yo ayer me acosté a las once de la noche, tú no dormiste. Así no hay quien deduzca nada.

Y al día en que salieron las notas...

-Joé, aprobado en la optativa. ¡Pero si lo bordé!

-Curva de Gauss.

-¿Cómo que curva de Gauss?

-Pues eso, que nos aplican la curva de Gauss en todas las asignaturas. La nota más normal se convierte en aprobado, aunque sea un ocho. A partir de ahí se aplica una fórmula que asegura que sólo el dos por ciento de la clase llega al Sobresaliente. Te salió bien pero, como eran asignaturas fáciles, también a los demás. Seguramente las respuestas estaban de lujo, pero acabas de llegar. Imagino que te podaron puntos por la gramática, para ajustar la curva.

Al año siguiente El Pisha se dejó de cábalas. Escogió las asignaturas que más le gustaban y se tomó las cosas con más calma. Hasta le sobró tiempo para asesorar al amigo, que se había enredado en un triángulo amoroso con una gabacha y un brasileiro tamaño familiar. Sacó la misma nota que el año anterior. Gracias a eso consiguió un trabajo de verano en un laboratorio que le permitió vivir algo más holgadamente. Ahí descubrió que la electrónica no era lo suyo, pero programar si. Volvió a España con trabajo bajo el brazo.
Entrada de la Universidad de Glasgow, conocida por los turistas como "la universidad de Harry Potter".
Pero dije que contaría un par de experiencias. El modelo anglosajón no está diseñado para que todas las universidades sean como la de Glasgow. Aplicar la curva de Gauss es laborioso, por lo que la inspección sólo la pide en un número mínimo de asignaturas. Un poco de vagancia aquí, un poco de astucia allá y el sistema se desmorona como un castillo de naipes para convertir la universidad en una máquina expendedora de títulos.

En Glasgow, además de la University of Glasgow de la que he hablado, también están (por orden de calidad) Starthclyde University, Caledonia University y parte de la UWS, donde he dado alguna clase. Mala actitud, vagancia, desinterés... Y eso los catedráticos. Di lecciones donde los diez primeros minutos se invertían en saber quienes eran los alumnos, porque no teníamos ni el año ni la carrera. He visto ejercicios donde los futuros investigadores contestaba que "no había hecho Física para hacer preguntas de desarrollar" o citaban al tabloide local como referencia científica, y no los suspendimos porque al menos habían venido a clase. Tampoco importaba mucho, porque si los estudiantes se quejaban de dificultad excesiva, los jefes de estudios eliminaban el ejercicio del cómputo final sin siquiera llegar a corregirlo. De aquí, por supuesto, todos salen con título, pero nadie sin contactos lo hace con un trabajo.

En resumen, el sistema anglosajón confía en la responsabilidad individual de enseñantes y alumnos. Cuando la institución pone interés, profesores justos instruyen a alumnos responsables que, gracias al tiempo y medios invertidos en ellos, salen de la facultad sabiendo exactamente lo que quieren y cómo conseguirlo, con una claridad imposible de igualar en sistemas generalistas. Por otro lado, baja la calidad docente o las exigencias en el proceso de selección de alumnos, y el sistema se desmorona a niveles por debajo de lo peor de los países con modelos más rígidos.

21 octubre 2013

En la mañana


El perpetuo golpeteo de la lluvia en los cristales y el grisáceo color de la atmósfera sumieron a Demián en un estado de reflexión melancólica. Deambulando por la casa trataba de fijar sus pensamientos que se le escurrían repetidamente. Un pequeño pesar, al que no podía darle nombre, gravitaba en su ánimo. Olía a café la cocina, música a bajo volumen en la radio y una tregua del cielo que permitió un tenue saludo del sol. Salió Demián al jardín; sintió la tibia brisa otoñal en la cara y dejó vagar sus ojos por el horizonte próximo. En seguida reparó en un papel arrugado que el viento había dejado en una esquina protegiéndolo de la lluvia. Lo tomó como si fuese un envío largamente esperado y leyó:

Son las sendas tortuosas las que nos dan pábulo a la reflexión, a la contemplación de lo andado y de lo pendiente por andar. Son estos caminos los que nos muestran el frío de la soledad o el calor agobiante de la multitud; y son ellos los que nos ponen a prueba a cada paso, los que nos obligan a decidir si tomar o no el bastón.

Y en el camino nos medimos, nos desconocemos y nos buscamos: ineludible trance para descifrar el destino, congraciarnos con él y ser más fuertes.

Con cariño y gratitud dobló la nota manuscrita y respiró el aire de la mañana; miró en derredor y tornó al interior. Se sirvió una taza de café y besó a su esposa.

16 octubre 2013

Otoño: sálvese el que pueda

Las noches son largas, los días oscuros. La gravedad no sólo pesa en las hojas de los árboles. Decía una médico de familia que llegado el otoño tocaba aumentar la dosis de ansiolíticos y antidepresivos. Me lo creo. Hojeando periódicos, hasta parece que la lobreguez sea adictiva.

En España la población es acosada por la historia de Asunta, la pequeña princesa frágil, virtuosa, amada por todos y de belleza exótica atrapada entre las garras de una fría madrastra. Tampoco en Anglosajonia nos libramos. Aquí han resucitado a Madeleine McCann. Scotland Yard ha dicho por la tele que si alguien ha visto a un tipo de estatura media, moreno, entre veinte y cuarenta años paseando a las diez de la noche en una zona turística de Portugal en temporada alta en el 2007 con una niña pequeña, que se ponga en contacto con ellos, que puede ser de vital importancia. Tras el intermedio, mil jubilados que afirman que el tipo del retrato robot es igualito al vecino. "John Smith. Se lo digo yo, agente. Tenía una mirada rara ya desde chiquitito". Y la policía que dicen que están conmocionados con el nivel de colaboración ciudadana y que quizá estén a un triunfante paso del penúltimo capítulo de la historia.

Pero no sólo de cruda realidad se alimenta la desesperación. En el mundo del Cine, Ana Obregón ha anunciado que se va a Afganistán a hacer de generala en la versión española de "Homeland". En serio. Alguien lo ha dicho en voz alta y ha creído que era buena idea. Hasta ha puesto dinero en ello (o eso ha sugerido la plastificada bióloga en el festival taurino de Chinchón).
Mi selección de los mejores montajes vistos en Twitter sobre la noticia de Anita haciendo "Homeland".
He leído en Twitter que si va bien, harán un "Prison Break" con Urdangarín. Sugiero que lo siguiente sea una versión de "El Señor de los Anillos" con José Luís Moreno de Gandalf, Bisbal de Legolas, Gabino Diego de Frodo y Falete en el papel de Gollum.

Lo veo, lo veo.
Tampoco es mentira, ni gorda ni de las otras, que Ángeles González-Sinde ha sido finalista del premio Planeta. Dice que "la novela va sobre si uno debe atreverse a cambiar, a hacer las cosas distintas y ser uno mismo y no ser lo que los demás esperan de uno". Se ve que la habilidosa ex-ministra, capaz de rozar la victoria en premios literarios usando la palabra "uno" tres veces en la misma frase, ha vivido a través de la ficción lo que no tiene valor de hacer en la vida real. Eso, o tiene una visión muy distorsionada de lo que es un cargo público que ignora a su electorado. De generala a generalísima, y tiro porque me toca. A estas alturas, si el Premio Nadal va a Manolo Escobar, hasta me sentiré aliviada. Por lo menos parece buen tipo.

En fin. Nos queda el consuelo de saber que, si en el Titanic los músicos tocaron hasta el final, mientras Estados Unidos se estampa, sus congresistas siguen teniendo el spa y la sauna abiertos.

Quiero más realismo y menos realidad. Y que alguien nos rescate de nosotros mismos antes de que la nueva unidad de medida en las recetas de Prozac sea el carretillo.

11 octubre 2013

Antonio Bru, ciencia a la española

Hace unos años saltó a los medios una historia que por afinidad profesional seguí largo tiempo. Muestra las explosivas consecuencias de mezclar periodismo irresponsable con carácter español.

En 1993 muere la abuela de Antonio Bru, un físico de 31 años que hace un doctorado encajando ecuaciones a procesos geológicos. Esto le inspira para aplicar sus conocimientos a la enfermedad que la mató. Consigue de su bolsillo el material para medir tumores in vitro. En 1995 publica su teoría sobre el crecimiento tumoral. Admite que no sirve en las primeras y últimas fases de la vida del tumor, ni explica metástasis o leucemias. El trabajo gusta a los matemáticos, ya que aplica a una enfermedad un tipo de algoritmo (el análisis fractal) ya empleado con éxito en el estudio de tejidos sanos (en aquellos tiempos se aplicaba "con éxito" hasta a los mercados financieros).

Antonio Bru, 2005
El buen recibimoento sube la moral de Antonio y su equipo, que empieza a investigar en animales. En el 2003 siguen anunciando que la ecuación se cumple, con las excepciones ya comentadas. Pero el margen de error al medir un tumor en animales es grande, asi que la de Bru ya no es la única ecuación que puede describir el crecimiento del cáncer razonablemente bien. Por eso, la respuesta de los expertos en biofísica fue más comedida.

Una charla con un inmunólogo inspira a Antonio a comprobar si se pueden usar grandes cantidades de un tipo de glóbulo blanco (el neutrófilo) para ahogar el tumor. Segun sus cálculos, debería funcionar.

Los animales de laboratorio son criados en condiciones especiales, para implantarles un tumor que puede ser creado de diferentes formas (químicamente, con radiación, etc). Hay un animal y un tipo de tumor para cada faceta de la enfermedad. Bru investiga con los animales que puede ahorrar, a los que inyecta un tumor diseñado para prácticas de cirugía veterinaria. En el 2004 de nuevo declara su éxito. Esta vez el estudio no tiene eco.

En el 2005 Bru, con su novia estomatóloga y su hermana médico de cabecera, convencen a un paciente terminal para recibir una sobredosis de un estimulador de crecimiento de neutrófilos. Al cabo de un año, contra todo pronóstico, sigue vivo. ¿Milagro? No. El bulto está en una zona que impide una biopsia, es decir, no se puede afirmar tajantemente que sea cáncer. Como además el proceso no fue observado por un médico con conocimientos de oncología, ninguna publicación de prestigio quiso difundir los resultados. Así que se presentó el trabajo a una revista sin categoría. Su Universidad envía una nota de prensa en un día informativamente tranquilo y estalla la bomba mediática.

Frenar el crecimiento de un tumor no es lo mismo que curar el cáncer, pero nada importó esto a quienes en el 2005 abrieron los telediarios de varias cadenas anunciando que un matemático español había dado el jaque definitivo a la enfermedad. Además Bru aseguraba que, si le diesen el dinero, en un par de años tendría el ensayo clínico que probase su teoría. Pero, hasta que esas pruebas existiesen, sugirió que cualquier paciente podría ser tratado si pedía el fármaco para "uso compasivo" a la Agencia Española del Medicamento.

Las consultas de oncología y la Agencia Española del Medicamento sufrieron una avalancha de pacientes deseosos de probar el tratamiento milagroso.

Un grupo de voluntarios abrió un foro, "terapia-cancer.org" donde se intercambiaban experiencias y se recogían firmas en apoyo a la investigación. Fue el comienzo de una larga guerra.
Investigadores de élite unidos.

Divulgadores científicos y los pocos investigadores de prestigio internacional que tenemos intentaban sin éxito calmar las aguas. Antonio contraatacaba en revistas pseudocientíficas, suplementos dominicales y programas de televisión como los de Ana Rosa Quintana o Sánchez Dragó, donde aparecía como un nuevo Galileo frente a una "clase oncológica" corporativista y corrupta, que lo despreciaba por no ser médico. Se rumoreaba que Rocío Jurado era uno de sus pacientes.

El tiempo fue revelando la magnitud de la chapuza.

El informático que mantenía el foro de pacientes lo cerró al ver que los milagros no se repetían, pero sí las charlas sobre automedicación y contrabando. Nada más se supo de las 500.000 firmas que recogió en apoyo a Bru para entregar en el Congreso.

Al menos una enferma murió por complicaciones del tratamiento.

La Agencia Española del Medicamento aseguró que mantendría un registro de los casos que permitió y su resultado. Si ese registro existió, nunca se hizo público.

Hoy no se sabe nada del posible paciente curado.

¿Oncólogos en la sombra?
Antonio Bru intentó hacer ensayos clínicos. Fueron rechazados por no tener una base científica suficientemente sólida. Abrió una cuenta para recaudar fondos. Del dinero, de nuevo, nada más se supo. Bru siguió investigando en el lado matemático de su teoría y fue parte de un grupo internacional. Sus ecuaciones fueron empleadas, junto con las de otros muchos matemáticos, para intentar simular un tumor por ordenador. Hoy el proyecto está parado. Su último trabajo (hace tres años) aplica sus teorías a la tuberculosis.

En resumen, puñaladas y oscurantismo en dos bandos radicalizados que afirman ser los defensores de la verdad y la justicia mientras en su furor las mangonean sin clemencia. La España de siempre.

Mientras tanto, los equipos de Física Médica de las universidades de Sevilla, Castilla La Mancha y Granada siguen en la sombra, trabajando codo con codo con oncólogos e informáticos nacionales y extranjeros para producir trabajos de reconocida calidad en el área de la modelación matemática del crecimiento de tumores (y en otras muchas). También ellos, por suerte, son parte de la España de siempre. La minoría tranquila que nos salva de los vendedores de verdades absolutas.

06 octubre 2013

Granada


Tiene Granada buen clima, calles donde impera el bullicio y la alegría, tapas de generoso tamaño y ritmo de guitarra y flamenco; gente extrovertida  y un sinfín de visitantes. A ella he vuelto cumpliendo el propósito que 40 años atrás me había hecho y restaurando  así  lo que el paso del tiempo había debilitado en mi memoria.

Yo, que no diferencio  una soleá de un fandango, sabía que era obligado visitar el Sacromonte: antojo ineludible. Y allí me fui, con mi esposa y un matrimonio amigo, sobre las 9 de la noche; una vez  informados  por  un taxista  de un lugar que no defraudara en su espectáculo, y al que le pedimos nos llevara.
Después de una carrera por estrechas callejas atestadas de gente y con aire festivo, paró; y apeándose con nosotros  se fue al que parecía ser el organizador de la zambra, para regresar muy pronto y decirnos que enseguida estaríamos atendidos. Y así fue. Pagamos el servicio y nos despedimos.
Estábamos en La Cueva de la Rocío. Retratos en la fachada principal y bullir de gente en el patio de acceso a las adornadas y cuidadas galerías. Había comenzado ya la actuación  en la alargada cueva, ocupada a ambos lados por británicos.  A modo de cuña nos metieron  entre estos y los artistas. Tenía a mi izquierda a un flaco gitano que percutía el cajón y otro que cantaba y hacía palmas, en frente otro a la guitarra, y en el pasillo se iban turnando gitanas de vistoso atuendo y varones de chaleco brillante que  cantaban y golpeaban el suelo con ritmo y desbordada pasión. 
Fue una hora entretenida en la que, a pesar de mi desconocimiento del flamenco,  percibí emoción y belleza. Salí muy complacido de lo allí visto y, sobre todo, sentido.

El regreso al hotel  lo hicimos andando; gozando del pálpito de las calles y parándonos a contemplar  la Alhambra, que iluminada destacaba majestuosa  en la oscuridad de la  noche cálida. Cenamos en una terraza y respiramos el aire nocturno con la sensación placentera que se tiene cuando crees haber aprovechado el día. 

A la mañana siguiente nos fuimos a la Alhambra, ese extraordinario complejo palaciego símbolo del Reino Nazarí de Granada que casi todos conoceréis  y sobre el que hoy no me voy a extender. Sus salas, sus patios, y su tan fotografiada y maravillosa alberca… Todo lo he disfrutado, todo estaba como en mi primera visita de antaño, aunque con mucha más gente.

01 octubre 2013

¿Veinte años no es nada?

De aquellos polvos...


Estos lodos...


Resulta curioso comparar.

El vídeo es de hace casi veinte años. Muestra a un licenciado en Historia y Periodismo que se veía natural que fuese de sobrado con el jefe. Ahora, un hombre que entonces tenía diez años con un currículum casi clonado incendia las redes sociales (y más tarde los periódicos) quejándose de su situación de inmigrante en Londres. Dice "Yo creía que merecía algo mejor después de tanto esfuerzo en mi vida académica. Parece ser que me equivocaba". Y los hijos de quienes admiraban el anuncio anterior desprecian sus carreras de Letras y lo llama niñato.

Volver...
con la frente marchita,
las nieves del tiempo platearon mi sien.
Sentir...
que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada,
errante en las sombras,
te busca y te nombra.
Vivir...
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo
que lloro otra vez.

(Carlos Gardel, 1935)