15 junio 2013

Terrorismo radiactivo

Para muchos españoles saber mirar si alguien ha puesto explosivos bajo en coche es normal. Cosas de los locos años ochenta. Pasa el tiempo, se calman las aguas y una piensa que ciertos conocimientos quedan perdidos en la Historia. Poco sospechaba yo que en el año 2005 me vería colaborando con las Fuerzas Especiales británicas en una investigación antiterrorista.

Esta historia no esta basada en hechos reales, son hechos reales.

Las Fuerzas Especiales no son una unidad secreta, con lo que nunca se me ha pedido silencio. Al lector corresponderá decidir si quizá debieran haberlo hecho.

Por aquel entonces, yo trabajaba en un hospital de una ciudad perdida en la campiña inglesa. Anodina como pocas, solo la salvaba del tedio su relativa proximidad a la capital.

Pero el siete de Julio lo cambiaría todo para siempre... (dramatizando bastante). Nadie se cree más importante que un ingles de provincias y ese día - el del atentado terrorista en el metro de Londres- dio excusa a una deliciosamente egocéntrica paranoia.

Dosímetro personal
Mi trabajo oscilaba entre el control de calidad de las máquinas de radioterapia y la planificación de los tratamientos oncológicos con éstas. Dada la naturaleza de la labor, llevaba siempre un pequeño dosímetro de radiación conmigo. Estos dosímetros se renovaban cada dos meses, cuando se enviaban a un laboratorio en Alemania para su análisis. Un día, el asesor de protección radiológica (APR) nos llama a una radiógrafa y a mí. Nuestros dosímetros han registrado un nivel de radiactividad inusualmente alto. Ese trimestre ambas estábamos en la sala de planificación, trabajando con ordenadores corrientes y con otros compañeros cuyos dosímetros habían vuelto "limpios", así que la exposición tenía que haber ocurrido fuera del hospital. Aunque ella lo negó, el APR asumió que la radiógrafa (madre de familia numerosa) había metido el aparato en la lavadora (la fuente de error más normal). Pero mi caso seguía inexplicable, así que me mandaron ir a casa con un monitor electrónico y un diario para anotar sus lecturas durante dos semanas.

Un día, otro, otro, otro... Lo más parecido a un pico de lectura fue cuando el aparato cayó en el bolso demasiado cerca del móvil (un defecto de los dosímetros electrónicos personales de la época). Ya estaba convencida de que iban a admitir que habían mezclado nuestros informes con los de dos trabajadores de central nuclear cuando el día doce subió la dosis de forma espectacular.

Hay cientos de explicaciones simples para una exposición radiactiva. Las más comunes son subirse a un avión o hacerse una radiografía. En casas antiguas de piedra se puede encontrar radón activo. Algunos azulejos de circonio están contaminados. Existen alarmas contra incendios que funcionan con Americio 241 y los aparatos que se usan para detectar tuberías antes de perforar una calzada también contribuyen. Por citar solo algunos ejemplos. Se tolera porque las dosis están controladas y bajo los mínimos de seguridad. Todas estas posibilidades y algunas más se barajaron, pero el misterio seguía sin esclarecerse.

Al día siguiente, el APR me informó de que, según nueva legislación antiterrorista, toda actividad inexplicada tenía que ser reportada a la policía para su seguimiento por las Fuerzas Especiales. El cumplió con su deber y me dijo que esa tarde enviarían a alguien a mi edificio. Aun recuerdo la conversación telefónica con mis padres:

Hogar, "peligroso" hogar
-Hola mamá. Hoy si oyes clics o interferencias es porque el furgón de los de las Fuerzas Especiales acaba de llegar y nos están escuchando por si somos terroristas.

-Ah, pues sí se oye el ruidito.

-Así que nada de hablar de mis tiempos en Irlanda...

-¡Pero si fuiste los veranos a aprender inglés!

-Si, en zona católica. Y tampoco digas nada de cuando tío Toño trabajaba en el País Vasco...

-¡Era Guardia Civil!

-Si, si. Para esta gente eso son fruslerías. De todas formas ya han colgado. Creo que no hablan la lengua de los Gipsy Kings.

Después de un rato de cháchara, mi madre vuelve a preguntar.

-Miércoles ¿Qué es ese ruido?

-Un claxon. La camioneta espía ha aparcado en el camino de una sola dirección atrancando y el tipo del reparto del bar de al lado los está poniendo a caldo. Furgón negro contra camioneta blanca. Si pasan a las manos apuesto por el del reparto.

Contador Geiger: un botón de cuatro posiciones
Las escuchas supieron a poco. Al día siguiente, el APR vino con una nueva misión.

-Miércoles, las Fuerzas Especiales quieren monitorear los niveles de radiactividad en tu edificio, a ver si encuentran un dentista ilegal o una bomba. Querían pedirme el material y hacerlo ellos...

-Pues con lo discretos que son...

-Les he dicho que tú sabes manejar el equipo y tienes licencia para hacerlo. Parecen contentos con la idea siempre que aceptes unas reglas básicas de espionaje seguro.

-Vale. Todo por la patria (la tuya) y el cotilleo.

En este momento el APR pone cara de dolor y dice:
-Regla numero uno, que no lleves "el mono blanco ese que lleváis vosotros", que no es discreto.

-¡¡¡¿Qué?!!! ¿A santo de que me voy a poner un traje especial para protegerme de una radiación que atraviesa paredes de ladrillo para meterse en mi casa cuando le da la gana? ¿Qué creen que hará ponerse el mono cinco minutos? ¿Magia?

-Ya... Regla numero dos -suspira- Que si puedes mirar la radiación tapando el "click, click" del aparato, por si te descubren.

-No entiendo. Los únicos que hacen ese ruido son los contadores Geiger y puedes mover el dial a "mudo". Si los has visto, lo sabes. Pero con un Geiger no arreglamos nada porque solo dice que hay radiación, pero no de qué tipo, osea, nada que no supiésemos con los otros dosímetros. ¿Como entrenan a esta gente?

-Sospecho que con películas de media tarde. Ahora entiendes por qué quiero que lo hagas tú. Te daré un dosímetro espectroscópico. Busca un momento tranquilo y sé prudente. Graba los espectros de lo que detectes. Mañana los analizo y os cuento.

Christmas Jones, sin traje especial
Y así lo hice. Me planté en la escalera común y llevé el detector de puerta en puerta. Y el APR nos contó. Y aquí es donde lo novelesco acaba. No encontramos vecinos dentistas ilegales ni terroristas. Nada. El APR nunca pudo explicar el misterio de mis dosis. Antes pensaba que fue un cambiazo con un trabajador de central nuclear, hoy me inclino por un fallo en el equipo de análisis en Alemania. La segunda lectura con el dosímetro electrónico la achaco a una reparación en una torreta de teléfono móvil, pero son elucubraciones mías.

La historia acabó con un final poco satisfactorio para todos, excepto para mi pareja. Él se lo pasó estupendo aprendiendo sobre cosas que hasta entonces sólo había visto en el cine. Además, por aquel entonces a James Bond le ayudaba Christmas Jones/Denise Richards, física nuclear de pega, pero él tuvo a Miércoles, radiofísica de verdad que aun hoy grita a la pantalla cuando ve incongruencias en las películas del género.
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Este artículo es el premio a Igor por haber ganado el concurso de la extraña primavera.

4 comentarios:

  1. Qué bueno... Una historia de paranoias, sin duda, por un error del aparatejo, lo llamo así por que no estoy familiarizado con lo nuclear. Lo mejor, torpezas aparte, es la conversación telefónica con tu madre.
    Y dejando las coñas a un lado, los ochenta-principios de los noventa fueron tiempos de mucha paranoia. Lo malo es que te das cuenta a posteriori.
    Bueno, mereció la pena ganar un premio. Muy divertido. Podría haberse titulado "y cómo sobrevivir a las Fuerzas Especiales...".
    Gracias por el artículo.

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    1. Teniendo en cuenta que realmente no se sabe qué ha sido lo que ha fallado, "aparatejo" es la palabra más adecuada (también acepto "coso" y "chisme").

      En cuanto a la conversación, ocurrió en el salón, que tenía tres de las ventanas grandes a nivel de calle que se ven en la foto, así que imaginas lo bien que nos enterábamos de lo que pasaba fuera.

      Aquí el principio de siglo no se quedó atrás en paranoias. La misma pandilla nos exigió poner un candado a una máquina de dos toneladas sin ruedas.

      Esta una de esas historias que tenía pendiente contar, me diste el empujón. Me alegro de que disfrutases.

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  2. Vaya, ganó Igor. Enhorabuena al ganador.
    Joé, qué vivencia más extraordinaria. Menos mal que la cosa acabó bien y que no había ninguna célula terrorista ni nada parecido. Supongo que las fuerzas de seguridad tienen que hacer su trabajo, aunque a veces los protocolos de actuación rozan lo sorprendente.

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    1. Que va, lo de los terroristas al resto de los mortales ni se nos pasó por la cabeza. La lectura del primer aparato hubiese sido distinta. Por no decir la casualidad que hubiese sido que montasen una bomba de uranio empobrecido justo encima de una de las veinte personas en toda la ciudad que iban a casa con un dosímetro en el bolso.
      El APR no entendía por qué no podían simplemente llamar a Londres a una unidad especializada y pedirles asesoramiento.

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