14 abril 2013

Juventud y catolicismo


Creo que la mayoría de los niños que nacen en España son bautizados. Unos por creencia en la fe católica de sus padres, otros por boato y, los más, por seguir una costumbre. Por las mismas causas, unos 10 años después, éstos niños reciben la comunión, ya no son todos los bautizados pero una buena mayoría y, seis o siete más tarde son confirmados. Aquí el número desciende ostensiblemente, los padres aún siguen decidiendo, pero en menor grado que en los dos casos anteriores. Cuando llega el matrimonio todavía una buena parte opta por un acto religioso, pero si a pie de iglesia se encontrase un encuestador veríamos que alto porcentaje lo hace por darle empaque a la ceremonia y brillantez al día y no por cumplir con un sacramento. Hay una gran diferencia con las generaciones de cuatro décadas atrás, cuando éstas prácticas religiosas eran obligadas para ser un ciudadano no discriminado e importante el peso del clero en la sociedad.

En el 2013, la mayor parte de los jóvenes viven sin conflictos serios de creencia: la muerte, a los 18 años, está lejana y, siguiendo a Unamuno, sin el planteamiento de la vida de ultratumba el sentimiento religioso carece de sentido. Queda tiempo para tomar una determinación al respecto, las circunstancias irán marcando el camino. De momento, el sentir más general es de apatía hacia el tema, de indiferencia y de comodidad a la hora de decidir, aunque para algunos pese más la complacencia a sus padres que su criterio. Se conservan más los gestos que los pensamientos. Se escucha con mayor atención a un teólogo de la liberación que los anacronismos papales. Se hacen oídos sordos cuando del “sexto” (si es que lo conocen) se habla. La homilía dominical del orondo abad creando intranquilidad en el adolescente ya es cosa pretérita.

Hoy el niño es criado con más tiento y amparo, la seguridad en sí mismo ha aumentado respecto a cuando sus padres tenían su edad y, en consecuencia, se mermó su impotencia y desconcierto ante la vida. Esto hizo cambiar el orden de prelación en sus pensamientos y reflexiones, relegando lo religioso en favor de otros aspectos de su formación; todo ello con la aquiescencia de sus progenitores que han pasado a pensar más en lugar de arrodillarse tanto ante los de mitra y báculo. Claro que todavía quedan muchos padres que, ante tanto símbolo y ceremonia, permanecen en cierta indecisión: lo inculcado en la infancia, aderezado con toda una incesante parafernalia litúrgica, es un lastre demasiado adherente para despojarse de él con facilidad. Una mancha de agua, con el paso del tiempo, desaparece; una mancha de aceite pierde brillo, pero jamás se va.

La iglesia siempre prefirió establecer una conciencia colectiva en lugar de estimular la personal. Eso concuerda con el deseo de muchos gobiernos, pero muy poco con la formación de una ciudadanía libre y cultivada.
O los popes y curas católicos cambia drásticamente su estrategia de otros tiempos o la juventud será campo yermo para su siembra. Amén

7 comentarios:

  1. Así que la Iglesia y el marxismo se parecen, en el fondo. Muy interesante cuestión. Coincido contigo y con Unamuno. Crecen más libres los jóvenes, aunque en lo espiritual hay los barrancos del vacío, que de algún modo el catolicismo rellenaba con algodón. Más libre no significa más feliz, aunque lo prefiero.
    Saludos.

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  2. La Iglesia y el marxismo sí se parecen, en el fondo y en las formas, en su proselitismo y en la certeza de que sus dogmas son los únicos y verdaderos. Como no hay parecido mayor entre un teólogo y un ateo ilustrado.
    También en el segundo punto coincido: en el incierto camino de la felicidad, mejor tener la libertad de manejar tu brújula.
    Un abrazo.

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  3. Ambos persiguen al hombre nuevo, la redención antes del paraíso. Pero el catolicismo ha perdido casi toda su savia...y no me parece mal que así sea. Creencias muy respetables al margen, su influencia ha sido nefasta en este país...

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    1. El hombre nuevo...al que se la hace adepto por los medios más viejos: la promesa de paraiso. Y los redentores son un tanto flojillos y poco ejemplares. Así las cosas, no puede esperarse resultado alto.
      Un abrazo.

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  4. Me llama la atención la celebración de matrimonios por la Iglesia cuando ninguno de los dos contrayentes son, en realidad, creyentes. Puede que se haya desacralizado tanto el pensamiento de los jóvenes que no se contemple ningún problema por inconsecuencia en ello (siempre hablando de aquellos ámbitos, en la actualidad, con todas las opciones abiertas).

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    1. Así es dafd, no parece "casar" bien el número de creyentes con el de celebraciones religiosas, pero la tradición y la pompa pueden ayudar a explicarlo.
      Saludos.

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  5. La verdad Demián que nunca he sido ni de pompas, ni de boatos, ni de actuaciones poruqe así se estipulan y se lleven al uso. Sin embargo al igual que Igor pienso en el vacío espiritual de las nuevas generaciones. Dado que ya el catolicismo no convence y ni tan siquiera se temen las homilías ni las antiguas creencias les vale de mucho a los jóvenes,sería de agracedecer educar en términos más humanos y solidarios. Cosa por otra parte que veo cada vez más separado de la espiritualidad.Al final toda la parefernalia no ha servido de mucho ni a la pareja (por no haber tenido sus ideas claras en cuanto a la unión y convivencia). Ni tampoco al ser humnao independiente cuya única e importante misión es la de desarrollarse íntegro a sus cualidades, aptitudes y como ser espiritual. Por lo demás, ¡cuanto me alegro de haber sido díscola y algo asilvestrada! Disculpa mi tardanza. Saludos.

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