02 septiembre 2012

El Botellón


En los ya lejanos tiempos en que era estudiante de bachillerato el que ahora aporrea las teclas, pocos eran los días en que terminadas las clases se iba a casa. Por el contrario. Como la mayoría, sus pasos le llevaban al salón de billar, a la terraza de mejores vistas cuando el reducido peculio lo permitía o, sobre todo, a la ineludible calle del paseo. Aquella calle que diariamente recorríamos en ambos sentidos una y otra vez buscando, despreocupadamente buscando: el encuentro fortuito, la mirada curiosa, el adiós cómplice, la frase inacabada de la que te cruzas, el último chisme de un compañero, el desahogo de la bronca con tus padres, la justificación de la mala actuación en clase de inglés, el aliento para preparar el examen de mañana, la confirmación de que  Javier y Lola son pareja, la linda blusa que hoy lleva Bety, el reflejo en el cristal de un escaparate de Rosa que viene detrás, las preciosas piernas de Berta que va con su amiga la fea, el pretencioso Abel que estrena chaqueta, la nueva chica del instituto que luce generoso escote, y también... el padre de Ana que sabe que estoy loco por su hija.

A día de hoy es muy distinto. Nada más traspasar la puerta del colegio, la mayoría de los jóvenes se suben a un autobús que los dejará en la puerta de su casa; allí estarán en comunicación con sus amigos y compañeros mediante el móvil y el ordenador, pero carecen del contacto cara a cara, no perciben olores ni sensaciones, sonrisas o miradas esquivas, es decir, las emociones se reducen. El Botellón solventa estas faltas. Se convierte en una zona de reunión, al aire libre, en donde se bebe (no todos), se habla, se observa, se provoca, se curiosea, se encuentra y se es encontrado. Esa disimulada soledad que tanto adolescente padece tiene ahí una estupenda terapia, barata y poco comprometida. La debilidad del vaso de plástico, la ausencia de hielo y otras incomodidades que pueda tener son cosas que, a la segunda copa, han perdido importancia.

Lo anteriormente esgrimido me parece uno de los factores más importantes por los que se mantiene el botellón. Cierto que su aparición tiene lugar por la carestía de las bebidas alcohólicas en bares y discotecas, argumento difícilmente rebatible y suscrito por una buena cantidad de adolescentes; sin embargo, yo no creo que sea el único causante de esta moda que, probablemente, perdurará por mucho tiempo.

12 comentarios:

  1. Hay algo que me ha sorprendido, gratamente. No das lecciones de cómo debería ser el mundo ni juzgas el botellón.
    Y hay esa vuelta a aquellos paseos, que claro, todos dimos. Esas notas del ayer, exacatas, cubiertas por el rocío del paso del tiempo que tanto me han gustado. El escote, los murmullos, las noticias de ese minúsculo mundo tan importante de la clase y alrededores.

    Ah.. Practicaba el botellón a principios de los noventa. Pero era distinto por una razón: éramos cuatro amigos. Cuando veo esas concentraciones de estadio me mareo, siento un poco de vértigo.
    Todo ese paseo de jóvenes, esa comunicación, hoy se hace desde casa. ¿Es mejor?

    Saludos. Literatura y preguntas nos dejas hoy.

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    1. Siempre sagacidad en tus lecturas: efectivamente trato de no juzgar. El mismo hecho visto desde el norte parece distinto si lo miramos desde el sur. Y ya si son personas, menos. Quien juzga con ligereza a los demás, estoy convencido, es que teme juzgarse a si mismo.
      Ahora si emitiré un juicio: lo que tú practicabas no era botellón, era tertulia de amigos con estimulante alcohólico, jaja.
      Gracias por estar ahí.

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  2. Pues no sé si emitir un juicio de valor o no. En mi opinión existen muy diversas maneras de otear el horizonte, ver si hay alguien acercándose por la costa y quedar en esa misma costa alguna que otra vez, o las veces que se precisen para buscar la cercanía y encontrarla o no, tan necesaria del ser humano, ante las relaciones sociales.Aunque no pueda comparar,también existen ambientes en los que el adolescente pueda sentirse cercano a una muchedumbre sin necesidad de la bebida "obligada" en el botellón (no todos). Pero el asunto es que si determinados adolescentes ( no son los más) optaran por otro tipo de concentración y/o reunión, a estos adolescentes los tacharían de raros o distintos.Casi quedarían estigmatizados. Y desde luego ningún adolescente desea verse fuera de la "manada". Todos han de entrar por el mismo aro. Todos han de consumir las mismas cosas, a las mismas horas, con los mismos vestidos y con los mismos ademanes que todos tienen y practican.Si algún adolescente osara a ser distinto se le estigmatizaría y claro ningún padre o madre no está por la labor de ver a su hijo caer en un vacío que no sabríamos a donde llegaría... vacío, comportamiento, ansiedad, tristeza, depresión etc. Así las cosas, no sé si habría que fomentar desde la base y desde las escuelas otro tipo de educación en la que se fomente otro tipo de valores. Como consecuencia, intentar que el adolescente llegue a otro punto de racionalidad más acorde con su desarrollo,con sus gustos y ¿por qué no? con su futuro. El ocio tiene múltiples facetas que bien enfocado y bien propiciado, creo que daría otros resultados. No sólo de cara a la etapa adolescente, sino también hacia el futuro de esa misma persona tendente a participar y colaborar en la sociedad que le espera. La implicación en tareas y pequeños compromisos empiezan desde la base. Y, es cierto que en medio del botellón se podrían encontrar compromisos, ideales etc, pero no es precisamente a eso a lo que se va en estas grandes concentraciones de gente. Valoro esta intervención mía desde el punto de vista educativo más que nada.Y desde luego que muchas facetas de la educación deben cambiar. Siendo maestra me siento implicada y si doy mi juicio de valor.Saludos.

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    1. Yo he puesto el botellón sobre la mesa y tú lo has analizado, y también estudiado la terapia para algo a lo que le ves más "contras" que "pros" Me parece muy buen trabajo y te lo agradezco por lo que complementa lo por mi escrito.
      Un abrazo

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  3. Bastante de acuerdo con Tanci. Entiendo que el botellón puede suplir ciertas carencias sociales, pero nos siguen sobrando muchas otras, y algunas se manifiestan precisamente en los botellones (yo he hecho, pero sin obesesión por batir récords del mundo xD)

    Estamos construyendo una sociedad con muchísimas Universidades malísimas pero que ofrecen ocio y diversión a una juventud que nos amansamos con caramelos envenenados como éste.

    Un saludo :)

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    1. Pues un poco lo que a Tanci le digo. Todo debe ser analizado y cada uno tiene que evitar los "caramelos envenenados", admitiendo que algunos traen un envoltorio muy atractivo.
      Gracias por la colaboración y un abrazo.

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  4. A mis años, que ya soy adultito (si no existe la palabra me la invento y punto), he participado en algunos botellones de jovenes aprendiendo una cosa: los jovenes son nuestro futuro y toman lo que les damos (cariño, alcohol, música, educación...)los mayores. Son nuestro reflejo. En este país en que la "cultura del vino, las cañas, las copas..." es el pan de cada día, no puede sorprendernos algo como el botellón.
    Si los jovenes gritan, beben... es por el ejemplo que reciben de los mayores, quienes son los que HACEN Y VENDEN "normalmente" el alcohol y los dueños de los "garitos" para hacerse ricos con el poco o mucho dinero de los jóvenes.
    Señores ! es CUESTIÓN DE INTERÉS ECONÓMICO de "negocios" que las "24 horas" llenan sus cajas registradoras.
    ALELUYA! PRÓXIMAMENTE "BOTELLÓN SIN PARANGÓN" EN EUROVEGAS.
    Abrazos muchos.

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    1. Tajante tu opinión. Y cierto que los ejemplos a seguir por los jóvenes van por ese camino; pero, a mi criterio, han de tener - y muchos las tinen- entendederas y sentido de la mesura en muchas ocasiones. El tiempo nos dirá que derroteros sigue este hábito.
      Un abrazo

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  5. Hace algunos años que cambié el botellón por la comodidad de un sofá y la ventaja de tener el congelador lleno de hielo a solo unos metros. Pero recuerdo con nostalgia esas noches de botellón con mis amigas. Aprovechando la falta de hielo, o de tabaco para ligar con el chico más guapo. Esas noches de risa y despreocupación.

    Mi grupo de amigas era muy juerguista, nos apuntábamos siempre que podíamos, y como nuestro presupuesto era más bien limitado, el botellón era siempre el principio de nuestra noche (aunque por mi zona se le conoce como botelleo).
    Pero todas esas fiestas, borracheras y risas, no nos impidieron terminar el instituto con buenas notas, estudiar una carrera e incluso, en mi caso, un doctorado. Yo he ido con resaca a algún que otro examen. He ido al laboratorio muchos viernes casi sin haber dormido, y he estropeado algún que otro experimento por no poder pensar con claridad. Pero terminé mi tesis igualmente y no me ha ido del todo mal desde entonces.

    El problema no es el botellón, o el alcohol. El problema es la falta de valores y educación que tienen todos (o casi todos) los adolescentes actuales. No tenemos que corregir el hecho de que se congreguen rodeados de alcohol y drogas, porque eso lo hemos hecho todos, tenemos que enseñarles a que aún estando ahí hay que actuar con cabeza. Hay que enseñarles todo lo que nos enseñaron a nosotros nuestros padres. Hay que darles educación y disciplina y principios. Y una vez consigamos eso, ya nos preocuparemos del resto.

    O al menos esa es mi humilde opinión :)

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    http://catuxa20.wordpress.com

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    1. Conozco a muchos, que como tú, hacen botellón y son extraordinarios estudiantes; hay otros que son desastrosos. El botellón no acepta ni desplaza por si solo al joven responsable.
      También conozco a algunos que mejor es no tomen los valores y enseñanzas de sus padres...Hay que ir con tiento, sin prejuicios ni mandatos universales; es decir:educar y formar. Con o sin botellón.
      Gracias por tu entrada y tu laborioso comentario.

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  6. Hay que ver cómo cada generación inventa su ocio. Lo que no cambia es que haya ilusión. Malo si esto falta.

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    1. Sí, ilusión no falta; lo que escasea a veces es el hielo... y es un complemento importante.

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